No acostumbro a colgar nada en este blog que no haya realizado yo (tanto texto como fotografías). Sin embargo, hoy me apetece mucho compartir este documental que por casualidad vi en La2 hace unos días. Me enfadé tanto conmigo misma por ser tan ilusa y por perder tantas veces la visión real de nuestro mundo: nosotros, los más que privilegiados, somos víctimas de un capitalismo descarnado y abusador con el consumidor. Y mientras, nuestras basuras van a parar a África y a contaminar sus hermosos paisajes, las aguas de sus ríos y a ensuciar sus costas bajo el engaño del superior.
Y pienso en que muchos de ellos, de esos ciudadanos africanos subsaharianos, vienen en pateras a Europa jugándose lo único que tienen: sus vidas. Cuando arriban a las costas la Guardia Civil los detienen como si fueran delincuentes y su color, si logran burlar la vigilancia, los delata cual culpables antes de que se demuestre lo contrario. Prejuicios, se llaman. Mientras, nuestro mundo avanzado, civilizado, culto, inteligente y extremadamente solidario, tira su basura en tierras vírgenes que quizá podrían estar cultivadas con frutos en vez de estar cubiertas con un manto de basura tecnológica, de basura del primer mundo que no respeta al resto.
Eso sí, es muy fácil esconderse detrás de las bolsas ecológicas que tenemos que comprar en los grandes hipermercados. Me irrita porque se escudan en la protección del medio ambiente para sacarnos más cuartos aún. Ya no nos dan ni una bolsa cuando les hacemos la compra, mientras los productos que nos venden están empaquetados en bolsas de plástico con un envoltorio de cartón... Estoy harta de reciclar en mi casa bolsas y bolsas, cartones, cristales, tapas, etc... Al final, lo que veo es que poca cosa reciclan. Nos lo pueden contar los ghaneses.
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